El
Virreinato de Nueva España
Tras la
destrucción del Imperio Azteca y el sometimiento de los nativos, los
conquistadores españoles se dispusieron aderribar la antigua capital azteca, Tenochtitlán,
y fundar una nueva
ciudad de aspecto europeo, Ciudad
de México, que se convertiría en la capital del Virreinato de Nueva España.
Con la construcción
de la nueva capital, España hizo especial enfasis en la europeización de los territorios
recién conquistados, introduciendo instituciones políticas
occidentales, como las iglesias, la encomienda y
los ayuntamientos, con el objetivo de afianzar su dominio en la región.
Una vez derribados los últimos
vestigios de dominación índigena a manos de Hernán Cortés,
designado como Capitán General de
la región, la metrópoli deció
constituir estos nuevos territorios como un virreinato, delegando la función de virrey sobre Antonio de
Mendoza, en 1536.
El
Virreinato de Nueva España ocupó,
en su máxima extensión, América Central, las Antillas, el centro y sur de los
actuales Estados Unidos y Filipinas.
El impacto demográfico producido
tras la conquista, fue enorme. Un alto porcentaje de la población nativa había
muerto a causa de las enfermedad estraídas
desde Europa, tales como la viruela o
la tuberculosis,
y los sistemas de
trabajo forzado a los que habían sido sometidos los indígenas
aceleraron el retroceso demográfico iniciado durante los primeros años de la
conquista. El asentamiento de
españoles y su posterior mezcla con
los nativos, dio origen a los mestizos,
que se convertirían en la raza predominante en la mayor parte de Latinoamérica.
En el plano económico, en el
Virreinato de Nueva España obtuvo especial relevancia la minería y el
comercio.
El descubrimiento de numerosos yacimientos mineros, captó la atención de la Corona, que se dispuso a explotarlos. Estas minas se nutrieron de pobladores locales, que buscaban una mejora de su calidad de vida. De estos yacimientos, se extraían materiales tales como oro, plata, cobre y hierro. La creación de ciudades mineras, en torno a las minas, produjo el surgimiento de nuevas explotaciones agrícolas y ganaderas dedicadas a su abastecimiento, que junto con la construcción de caminos para dar salida a la producción de las minas, se tradujo en un importante impulso económico. La mano de obra aborigen, que se veía sometida a un régimen de explotación, era la más empleada en esta actividad. La Corona aplicaba un impuesto, conocido como el Quinto Real, del 20% del producto extraído, apoyándose en una serie de bulas emitidas por el Papa Alejandro VI en 1494, mediante las cuales todo el suelo y el subsuelo conquistado en América, pertenecería a España.
La minería poseía privilegios frente a otros
sectores productivos. Estos privilegios estaban fundados en el discurso
económico preponderante de la época que consideraba la riqueza en función de
los metales preciosos que se poseyese(mercantilismo).
Las principales minas de
Nueva España fueron Zacatecas, Pachuca, Fresnillo y
Guanajuato.
La regulación comercial estaba en
manos de la Casa de
Contratación con sede en Sevilla. El monopolio y
las políticas proteccionistas impuestas
por la metrópoli, impidieron un desarrollo óptimo en materia económica del
virreinato. El comercio directo con otras zonas del imperio estaba prohibido.
Todas estas medidas proteccionistas condujeron
al apogeo de actividades ilícitas tales
como la piratería o el contrabando,
impulsadas tanto por comerciantes locales
que buscaban saltarse las medidas arancelarias y restrictivas impuestas por la
Corona, como por potencias
extranjeras que buscaban nuevos mercados.
A comienzos
del siglo XVIII, tras la
extinción de la casa de los Habsburgo y el ascenso de los Borbones en
España (Guerra de
Sucesión), se aplicaron una serie de reformas en Nueva España,
también en los otros virreinatos, que previamente se habían aplicado ya a la
España peninsular, conocidas como Reformas
Borbónicas. Dichas reformas adquirieron un carácter
ilustrado, acorde con el pensamiento de la época, y su objetivo
era modernizar el
país, y en el caso de Nueva España, la administración colonial. Los cambios
comenzaron a aplicarse en Nueva España a partir de mediados de siglo. En
el ámbito eclesiástico se
redujo el poder del Arzobispado, se ordenó la expulsión de
los jesuitas y se desamortizaron parte de los
bienes de la iglesia. En el terreno
administrativo se produjo un cambio fundamental: la introducción de
las intendencias. Este nuevo régimen administrativo suprimió a los
reinos y comandancias, dividiendo el territorio en intendencias y centralizando
el poder en la figura del intendente. El Ejército también se vio afectado por las reformas. Las
disputas por la posesión de diversos territorios americanos entre las potencias
coloniales, empujó a la nueva administración borbónica a institucionalizar
un ejército propio para Nueva
España, ya
que, hasta entonces, el ejército peninsular se habían encargado de defender al
virreinato de las potencias extranjeras y mantener el orden frente a las
constantes sublevaciones aborígenes. También se realizaron cambios de carácter económico. La administración
borbónica se esforzó por aumentar la recaudación proveniente del
comercio, liberalizándolo y destruyendo los grandes monopolios.
Respecto a laminería, espina dorsal de la economía de Nueva España, se
crearon nuevas escuelas, se implementaron modernas técnicas de trabajo, se
aumentó el financiamiento y se redujeron las cargas fiscales mediante una notable
liberalización del sector.
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